Los gobernantes que están cerca de los ciudadanos y los problemas de la sociedad son los más aceptados. Los apoyan, incluso, si no hacen un buen gobierno o si no cumplen sus compromisos de campaña.
Tal es el caso de Andrés Manuel López Obrador quien es un extraordinario operador político electoral, pero un pésimo gobernante debido a que todo lo que toca lo transforma y destruye.
Ejemplos sobran: el Seguro Popular lo suplió con el INSABI que fracasó y luego con el IMSS Bienestar, que sigue la misma ruta de la decepción.
De igual manera tenemos el Aeropuerto de la Ciudad de México que aún es mejor que el aeropuerto Felipe Ángeles, así como la Refinería Dos Bocas que se gastó tres veces su costo inicial y todavía no produce ni un litro de gasolina.
Hay infinidad de ejemplos y a pesar de que AMLO no suplió con éxito lo que en su momento destruyó lo que le dejaron los otros gobiernos, aun así, la gente lo sigue apoyando.
Y es que López Obrador cuando llegó a la Presidencia de la República amplió y creó nuevos programas sociales que regalan dinero a los mexicanos y por eso nadie le cuestiona que tenga un gobierno ineficiente, autoritario y fracasado.
Lo que quieren los ciudadanos es que el gobierno les regale dinero eso es lo que realmente les importa y democracia, las obras del gobierno o la misma justicia, no les importa si se hacen o aplican bien o mal.
Así sucede con su estrategia de seguridad de “Abrazos y No Balazos” la cual lleva alrededor de 190 mil asesinatos y pasará los 200 mil cuando termine el sexenio de AMLO, pero a la gente ese tema no les interesa.
Por eso en la elección presidencial la mayoría de los mexicanos que reciben dinero de los programas sociales le volvieron a refrendar su confianza a López Obrador y así, su corcholata favorita Claudia Sheinbaum será la próxima presidenta de México.
En Tamaulipas sucede lo mismo, Américo Villarreal Anaya con su actitud más que con sus mensajes, demuestra su lejanía con los tamaulipecos y cuando más se requiere su presencia, huye o se esconde para no darles la cara.
Esto lo demostró, una vez más, con la inundación que dejo la reciente tormenta tropical y en lugar de ir al encuentro de los ciudadanos, desde el nuevo helicóptero que compró para sus giras, les envió desde el aire un saludo.
Se sabe que al mandatario no le gusta enlodarse los zapatos, le molesta mojarse y que la gente se le acerque a pedirle apoyo o recursos, cuando sabe que son beneficiarios del gobierno de AMLO y para Américo, eso que les regala, es más que suficiente.
En fin, el desprecio que Américo Villarreal le tiene a la gente lo demostró al irse en plena contingencia al Congreso Petrolero en Tampico, en lugar de recorrer las zonas afectadas en el estado, pero eso los tamaulipecos no lo ven, tienen al gobernador que quisieron y en la elección presidencial le volvieron a dar su apoyo al votar por MORENA y así, ni que decirle ni que hacer.
Américo Villarreal Anaya es un daño colateral del efecto de AMLO, de la campaña de 18 años que lo llevó a la presidencia de la República, pero él no tiene la culpa.
Hizo ganar al tabasqueño en Tamaulipas, aunque nunca en su vida haya tenido interés en la política y ahora ahí lo tienen con sus desplantes de gobernador cuando en realidad es sólo otro más de los beneficiarios de Andrés Manuel López Obrador. Ni más ni menos.
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